¿Comunión con otras denominaciones?

Este articulo está dedicado a los estudiantes de Teología para la vida, y es un necesario recordatorio para mi propia alma.

Solemos pensar que poseer cierta tradición teológica nos debe limitar a tener comunión, debate y amistad con los que se identifican con nosotros en exactamente todos los puntos que nuestra denominación abraza.

Y desde luego, debemos tener claridad en cuanto a lo que creemos, pero el apartarnos de otros hermanos pertenecientes a otras tradiciones, es un mal que ha envenenado la mente de muchos cristianos e iglesias, de tal manera que se nos ha robado algo valioso y vital para el discípulo de Cristo: el amor de hermanos que no piensan exactamente como nosotros en cuestiones secundarias.

No debemos jamás negociar las verdades centrales de nuestra fe, resumidas magistralmente en el Credo apostólico:

«Creo en Dios Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra;
y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro;
que fue concebido del Espíritu Santo,
nació de la virgen María,
padeció bajo el poder de Poncio Pilatos;
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos;
al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
y desde allí vendrá al fin del mundo a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Universal,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida perdurable. Amén».

En todo esto, hay unidad, aunque en asuntos secundarios podemos diferir sin apartarnos unos de otros.

Sin duda, el alejarnos de aquellos que no pertenecen a nuestro «grupo» es una victoria para el enemigo de los redimidos. Ya que nos priva de tantas bendiciones que podríamos disfrutar a lado de aquellos que ondean victoriosos la bandera del Evangelio.

Cristo, antes de ser traicionado y morir, dijo esto a sus discípulos, que sin duda, tenían sus propias diferencias:

«En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros».

Juan 13:35, NBLA.

Esta es la señal distintiva, inequívoca e infalible de los discípulos de Cristo: EL AMOR. Así el mundo conocerá que somos discípulos de Cristo, no de Calvino, Wesley, o Lutero.

Habrá en ocasiones desacuerdos y debates sobre ciertos asuntos secundarios, pero en todo esto, el amor debe ser mayor; el amor une aquello que nuestra arrogancia desea dividir. Así como el amor nos une en el matrimonio: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», así nos debería unir a nuestros hermanos.

Se cuenta, que entre los moravos, que era un comunidad compuesta de distintas tradiciones evangélicas, se adoptó un lema memorable y necesario, que permitió la comunión en medio de sus diferencias:

«En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; pero en todas las cosas, AMOR».

Mi oración es que el Señor obre en nuestros corazones de tal manera que dejemos nuestras diferencias secundarias, nuestras preferencias y opiniones sobre ciertos asuntos por debajo de lo que nos une a todos los verdaderos creyentes: CRISTO.

Quiera el Señor arrancar de nuestros corazones la soberbia y arrogancia, y nos ayude a amar a todo hermano que confiesa a Cristo como Señor y Salvador.

Recordando que el Calvario es más grande que nuestras arrogantes pretensiones de poseer la verdad absoluta en como son o deberían ser todas las cosas.

Después de todo, nuestro Señor oró:

«La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí».

Juan 17:22-23, NBLA.

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